La Nevera herreña

Hoya de Fireba - Cueva del Manantial

En el interior del cráter de Fireba existe una cueva-manantial, la de la Fuente de Fireba, que cumplió una función específica como «NEVERA» durante algunos años.

Ante la imposibilidad de conservar/enfriar el fármaco elaborado, en hielo como era habitual, la imaginación herreña recurrió a la naturaleza, y aprovechó esta cueva del interior de la Hoya de Fireba como refrigerador del medicamento que «obraba milagros» tras la segunda guerra mundial.

La altitud del «letime» en el entorno de La Hoya está sobre los 1325 metros y la propia cavidad de su interior permitía mantener en su interior una temperatura de unos cero grados para conservar el preparado de Penicilina que llegaba clandestinamente o por remesa de familiares a la isla de El Hierro en los años de postguerra.

Cueva del Manantial --> Fuente de Fireba
El tratamiento de la afección requería inoculaciones cada tres horas del medicamento durante el proceso infeccioso. El producto se recibía en polvo encapsulado en botes, y se le añadía el suero fisiológico para su aplicación. A partir de este momento era necesaria su conservación en frío para las siguientes dosis.

Como el uso de neveras domesticas era un lujo durante los años cuarenta y la carencia del «fluido» eléctrico en muchas zonas también era habitual, se utilizaban bolsas de hielo para conservar estable la «Penicilina».   
Hay referencias en prensa de la presencia de este producto en la isla de El Hierro, antes de su regulación, facilitados por familiares de  emigrantes en Venezuela que la remitieron a la isla.

Antecedentes: En 1928, el médico e investigador escocés Alexander Fleming, casualmente detectó una reacción al proceso bacteriano tras unas pruebas realizadas que no pudo aplicar, ni sintetizar como producto comercial.
En 1940, Ernst Boris Chain y Howard Walter Florey, continuaron estos trabajos y lograron  la preparación de un fármaco de aplicación en masa.
Al final de la guerra se difundió la Penicilina como el gran recurso/avance médico del siglo XX. Se comercializó desde occidente a partir de 1943 y era un producto caro y difícil de conseguir en destino,… bien por contrabando, estraperlo, influencias o familiares,…  
La era de los antibióticos que hoy nos resulta habitual estuvo sujeta a la regulación de su venta en España que no se produjo hasta Febrero de 1947, y con autorización desde 1945.

En el resto de las islas, el «come buy on» portuario ( trueque a bordo del mercante) era uno de los puntos de entrada y comercialización clandestina de la Penicilina. El contrabando con lanchas rápidas desde Tánger era otra vía de entrada, además de las remesas procedentes de Brasil y Argentina que también llegaban a las islas de estraperlo.
Este fue el antídoto de postguerra en las islas, un producto «en boga» que ante la escasez de medicamentos en las islas supuso la supervivencia de muchas personas (afectadas por procesos infecciosos) que recurrían a este fármaco (por la vía del cambullonero) ante una situación límite.



Acceso: Si descendemos al fondo de la Hoya de Fireba por el sendero existente desde el Mirador hasta la Chapa de Fireba, luego podemos remontar (sin senda definida y con cierto grado de dificultad) hacia el barranquillo donde se encuentra un gran Pino, allí se encuentra la «cueva» que cobija la Fuente de FirebaEn la visita realizada recientemente estaba seca. Puede ser una fuente estacional, aunque el concepto de fuente en El Hierro hay que reconsiderarlo «ya que ninguna de las fuentes de la isla tiene grandes caudales, ni de ellas manan grandes chorros pero todas son prodigiosas». (El Día, «El preciado valor del agua de las fuentes en El Hierro», 25 de Febrero de 1999, Pág.77)


























     Importante: El que acceda a la «Cueva-manantial» de  «La Hoya de Fireba» ASUME con consentimiento informado los riesgos que conlleva y la dificultad que representa, por lo que el autor de esta reseña DECLINA cualquier responsabilidad o imprudencia cometida por particulares o grupos organizados que accedan a ella.
Agradecimientos: A Juan Carlos Quintana Domínguez, profesional de la medicina, montañero y asesor de los textos de esta reseña.    

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